sábado, 8 de agosto de 2020

REVIEW DE 7X10 (THE 100): A LITTLE SACRIFICE


En A Little Sacrifice la historia de nuestros héroes vuelve a avanzar, pues la acción en The 100 se había detenido literalmente en The Queen's Gambit, con la irrupción inesperada de las Hespérides al servicio de los Discípulos... o eso creíamos, porque The Flock explicó cómo se organizó el entrenamiento de las guerreras retiradas, algo que, increíblemente, no incluyó un lavado de cerebro. Y es que las sorpresas, por pequeñas que sean, siempre afloran por doquier en The 100. A Little Sacrifice, como su propio nombre indica, ya invitaba a pensar en giros y muertes. No es oro todo lo que reluce y las imágenes previas no eran lo que parecían, porque no todo se dirime en la sala de la Piedra. Ha sido un buen capítulo por muchas razones, y una de ellas es por las pequeñas revelaciones que han salpicado el encuentro entre dos equipos que hasta ahora no se habían visto las caras en mucho tiempo, el grupo de Clarke y el de Octavia, un reencuentro más que necesario para ir uniendo tramas en vísperas del gran final y que -¡por qué no! todo hay que decirlo- se echaba ya de menos.

Una de las que no se han hecho esperar y que ha disipado inmediatamente nuestras dudas es la de la ficción de Echo. Sabíamos que tenía planes, pero no a quién le sería leal, y es ahora cuando comprendemos la importancia de ese recuerdo que meses antes le asaltaba la cabeza, aquella conversación con Bellamy sobre fortalezas y debilidades en la que él concluía que su punto débil era la lealtad, ya que en ocasiones la obligaba a actuar de modo impropio. Esa reflexión ha allanado su camino hacia la venganza, una revancha que quiere tomarse sin perjudicar a quienes están a su alrededor, a los que ella considera su familia, y hay que decir que este paso ha acortado toda una trama que podría haber requerido un episodio completo para ser relatada, ya que nuestra imaginación concebía a Echo como una traidora  y no costaba demasiado dilucidar que utilizaría la relación secreta entre Octavia y Levitt como arma para ascender entre los Discípulos y castigar a sus compañeras. Pero, por otro lado, tampoco parecía lógico que Echo se decidiese a apoyar la causa de quienes han asesinado a la persona que más amaba. De nuevo, la serie sigue demostrando su capacidad para sorprender al espectador. 

Otro giro inesperado ha sido el relativo a la "gran guerra" para la que se preparan el Pastor y su séquito. Era un acontecimiento futuro inevitable del que nadie albergaba dudas y que guardaba estrecha relación con la narración aportada por Bekah, aunque ella nunca mencionó nada de un conflicto en su visión, sino tan sólo de una especie de juicio o prueba final, que es la conclusión a la que ha llegado Jordan tras examinar los símbolos de la Piedra y percatarse de una posible mala transcripción (¿intencionada?) de los mismos. Así las cosas, quizás no sea una nueva guerra lo que les espera a la vuelta de la esquina a nuestros protagonistas. Desde luego, el antecedente más próximo de un escenario bélico lo constituye el ejército reclutado por Sheidheda en Sanctum, que reúne a la mayoría de partidarios de Sangedakru.

Y, por supuesto, no se puede obviar en esta ocasión el vigor reflexivo de los diálogos entre algunos personajes, como Cadogan y Gabriel, que rallan en lo kantiano. El uno es un anciano centenario que ha sobrevivido gracias al criosueño mientras que su interlocutor es un líder rebelde de más de doscientos años habitando un cuerpo juvenil. Estamos ante un debate entre dos sabios. El Pastor cree que merece la pena luchar para acabar con todas las pulsiones que caracterizan a la especie humana y que han sido caldo de cultivo de numerosas tragedias en el pasado, como guerras y genocidios. Desde su perspectiva, el individuo es egoísta por naturaleza y sólo persigue satisfacer sus propios deseos, sin importarle el bienestar del resto de la sociedad en la que se integra. Es ateo pero cree en la trascendencia espiritual del ser humano, que sin lugar a dudas le llevará un paso más lejos en su camino por alcanzar esa perfección cuasi divina que él niega venerar como a una deidad. Al contrario que Gabriel, que nació en el seno de una humilde familia colombiana en la época anterior al cataclismo, él pertenecía a las élites que decidían el destino de la humanidad y antepuso sus caprichosas ambiciones a su propia familia. Sin embargo, la postura de Gabriel difiere: si no hay amor ni sentimientos, tampoco habrá nada por lo que continuar luchando, pues el individuo pugna siempre por el anhelo de su propia felicidad. El ser humano es una criatura racional cuyos afectos y emociones le son inherentes y eliminarlos también supone condenar a toda la especie a una vida absurda y carente de significado.



Para Cadogan importa más el futuro que el simple aquí y ahora. Lo más gracioso de esta conversación es que él cree ser un elegido sin dios ni ninguna pretensión, lo que le convierte en un alma pater pura, pero, como seguramente Gabriel intuyó, no existe nadie en este universo que no tenga motivos personales que justifiquen sus acciones. Para Cadogan la humanidad siempre tropezará dos veces con la misma piedra y la mejor solución es apartar la piedra, mientras que para Gabriel la piedra, ese obstáculo en el camino, es la llave de la superación de los errores humanos. En resumen, la iniciativa de Cadogan es tan egoísta como el resto de las motivaciones humanas en constante colisión en The 100. Siempre hay intereses en juego, y cuanto más  y mejor conocemos Bardo más nos percatamos de que ocultan más de lo que revelan... ¿quién dice que el lenguaje de los antiguos bardanos no lo pueden haber transcrito erróneamente a propósito para justificar esa creencia en su propia guerra y librarla a toda costa? Situaciones como estas son las que más echábamos en falta en la serie, porque nos retrotraen a esos escenarios imposibles en los que los personajes se han visto obligados a resolver el dilema de anteponer las decisiones individuales a las colectivas o el bienestar colectivo frente al individual. 

La conversación entre ambas mentes se enquista en el corazón de la serie y el desenlace podría tener que ver con mucho de lo que entre ellos se discute, pero no es lo único que nos recuerda la quintaesencia de la misma. El plan de Echo para salvar a sus aliados promueve una tensa secuencia final  en la que están en juego tanto sus vidas como las de los inocentes de Bardo y que nuevamente mancha de sangre sus manos. La espía de Azgedakru se hace con el letal líquido cristalizante y se dispone a verterlo por los conductos de ventilación. La intervención de Clarke está justificada por el hecho de que, tanto ella, como Echo y Octavia, han perdido a un hermano, amigo y amante. Clarke ya cometió genocidio una vez y trata de evitar que Echo tenga que cargar con ese peso de conciencia durante el resto de su vida, pero Anders aparece repentinamente y Hope, con idénticas ansias de venganza, le degüella, provocando que se escape una minúscula gota de Gem9 que, de no acabar en la palma de la mano de Diyoza, les habría aniquilado al instante. Entonces la sustancia hace su cruel magia y toda la estancia se cristaliza, incluida la propia Diyoza, que se transforma en una perenne escultura diamantina. Una vez más, la venganza es una arma de doble filo que amenaza con clavarse hondo tanto en el alma de quien la busca como en el de quien la encuentra y Hope, al igual que Echo,  ha sido partícipe de este trágico desenlace. No se puede negar que esto conllevará una serie de consecuencias para ambas. Por lo menos, frenará en seco a Hope y le servirá de reflexión a Echo, que ya arrastra tras de sí una larga lista de cadáveres. Hasta ahora ha sido ella la que ha llevado la voz cantante, mientras que el resto de personajes se han limitado a apoyarla, pero esto podría cambiar de ahora en adelante. 



En lo que respecta a Sanctum, ya hemos mencionado que Russheda se ha hecho con un ejército. El Comandante Oscuro piensa con tres jugadas de antelación y aunque en un primer momento fue la solución a uno de los principales problemas de Emori y Murphy, que era el auge de la ira de los engañados devotos, ahora él mismo se ha convertido en otra amenaza aún más complicada de erradicar. A fin de cuentas, algunos fieles creyeron que la farsa de las "cucarachas" era verdad y lo restante una argucia para protegerles. Ahora son dos reyes sin súbditos atrapados en el sótano del reactor, con las esperanzas puestas en Madi y en Indra que,  tras un tradicional y fallido duelo a espadas, han preferido por el momento hincar la rodilla. Todo hace prever que esa estrategia les conceda tiempo para hallar el modo de detenerle. Sin embargo, sus opciones son limitadas, y tal vez, más que una planificar un asalto al palacio, lo conveniente sea pensar en cómo salir ilesos porque, seamos realistas, aunque no hayan entrado en escena ni Nikki, ni Nelson y ni los Hijos de Gabriel, siguen estando ahí, y sólo caben dos posibilidades: una es entablar una alianza con ellos contra Sheidheda, y la otra huir si deciden voluntariamente sumarse a las tropas enemigas. 



Para ir cerrando, concluyo que A Little Sacrifice ha sido un episodio a la antigua usanza, con la desventaja de que algunas tramas se podían anticipar desde hace varias semanas, especialmente lo concerniente a Sanctum, pero aún así bastante interesante de ver. Ha habido acción, diálogos éticos, algunas luchas, una muerte -la de Diyoza era en realidad la crónica de una muerte anunciada- e incluso una traición, la de Octavia a Levitt, que en el fondo ha sido conveniente puesto que le ha permitido ser cómplice y al mismo tiempo no ser descubierto por el resto de los Discípulos, lo que no impide que ella regrese a por él en otro momento.  


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Philosophic Dragon



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