The Queen's Gambit es un episodio singular en el contexto de la séptima temporada, marcado por los diálogos y la reflexión introspectiva. El capítulo con el que se estrenaba hábilmente Lindsey Morgan (Raven) como directora, exprime las lágrimas del espectador y juega con la tensión y el misterio en formato monodosis, dejando en un rincón aparte la acción, que se eleva en los minutos finales, para dejar muchas puertas abiertas de cara al siguiente, "Anaconda", considerado oficialmente por The CW como el piloto de la precuela de The 100.
Así, nos acercamos ya al citado punto de inflexión de la última temporada, al que aludíamos hace un par de meses, cuando se revelaron las sinopsis de los ocho primeros capítulos. Esto no es sinónimo de acción y catástrofe, al menos no todavía. La sensación que nos deja es vibrante: se están guardando lo mejor para la segunda mitad de temporada, para esos ocho capítulos restantes. Y es que, aún no está todo dicho. El año pasado, sobre estas fechas, ya nos encontrábamos en la mitad de la S6, o incluso un poco más lejos, pero ya sabíamos mucho más de Russell y su séquito de renacidos que de Bardo y sus gentes ahora mismo. Nos imaginábamos ya los hilos del desenlace, excepto por algunas sorpresas puntuales, aunque el último capítulo nos dejó un regusto amargo en el paladar y con ganas de más, porque el enfrentamiento con los fieles de Sanctum nos parecía poco; el tema daba más de sí, y las respuestas que más ansiábamos se hicieron esperar un año... esa es, para resumir, la sensación que nos invade en The Queen's Gambit: lo mejor está por llegar, y la acción, que vendrá, lo hará su debido tiempo.
Seguimos en Bardo, con nuestro Anomalykru en compartimentos distantes, tras dar Gabriel al traste con su plan de huida. A diferencia de sus compañeras, a él lo quieren para seguir estudiando la Piedra. Primera revelación de la noche: los bardenses, a quienes nosotros atribuíamos la creación de los puentes interplanetarios, no son los responsables de esa tecnología. Llevan investigándola un milenio y creen que su poder les ayudará a trascender, aunque todavía estamos lejos de comprender qué significa para ellos la "trascendencia", porque no alaban falsos dioses como en Sanctum. Gabriel no tiene más alternativa que acceder a sus peticiones, bajo pena de ejecución. Al menos, así seguirá vivo, y tendrá esa opción bajo la manga que es ayudar a cambio de mantener con vida a sus amigas. Si pretendiesen darse a la fuga, él y Levitt -desgraciadamente en este capítulo no sale- serían las piezas estrella de la jugada para liberar a los demás. La traición, después de todo, no ha sido para tanto...
Mientras tanto, en Sanctum Emori tiene planes para propiciar la paz entre los creyentes, que consiste en una especie de fiesta de "reunificación" que una de nuevo los corazones de los fieles y de los desertores Hijos de Gabriel. A Murphy no le parece muy buena idea y baja a proveer de comida a Sheidheda, que lo reta a una partida de ajedrez en la que éste se da cuenta de que, aunque no quiera mover pieza, es parte del tablero de juego. Apoye a quien apoye, haga lo que haga, siempre se perderán vidas, y él no puede mantenerse eternamente ajeno a lo que sucede, como hasta ahora. Hace bien en no dejarse tentar por Sheidheda, que busca claramente aliados a través de las debilidades de sus adversarios. Que le desafíe así no es más que una estrategia para conocer la mente de quien está enfrente, como quien dice, un examen psicológico.
Madi se entrevista con Jackson por los extraños dibujos que le salpican la mente y ella plasma una y otra vez sobre papel. Una de esas láminas representa claramente a los viajeros de la Piedra y nos pone en aviso de que Madi está relacionada con las gentes de Bardo. Puede que Clarke no sea realmente la clave para terminar con esa hipotética guerra que arrasaría por completo la humanidad, sino que lo sea Madi, porque ambas han poseído la Llama y parece que el hecho de que se la retirasen en algún momento les ha dejado secuelas.
Entretanto, las horas pasan lentamente en la fortaleza de Bardo. Echo recuerda una antigua conversación entre ella y Bellamy en El Arca, y eso es lo que le hace cuestionarse su punto débil (¿la lealtad?). Eso es lo que explica la decisión final que ella toma y que, aunque parezca una traición, en realidad no lo es. Negarse a colaborar con los de Bardo, la lealtad por la lealtad, no es útil en este contexto, por las mismas razones que en el caso de Gabriel: a veces las decisiones más éticas tienen consecuencias inmorales. Porque en ocasiones actuar según lo "políticamente correcto" es peor que no hacerlo y ahora mismo colaboración significa libertad, una oportunidad para escapar, que no es ni remotamente lo que Echo, Octavia, Hope y Diyoza tenían planeado. Diyoza, como madre que es, trata de disciplinar a Hope, hacerle entender que la paciencia es una virtud, aunque sea a base de golpes y puñetazos, y que la venganza no es una estrategia, ni siquiera un plan, porque al final, como dice Sheidheda cuando vence a Murphy, con la venganza todos pierden.
Hay que saber cuándo rendirse, cómo aceptarse a uno mismo, vivir con las consecuencias, y de eso Octavia sabe ya mucho. Por eso es ella la que consuela a Echo, en una conmovedora escena en la que su némesis no quiere ablandarse, porque tal es su naturaleza. Rehúsa mostrar su debilidad, sus sentimientos. Ambas lloran la muerte de Bellamy, pero Echo se culpa por ello, por no haber estado ahí, mientras que Octavia sabe que lo que está hecho no puede deshacerse, y que no todo cuanto sucede está realmente en sus manos. Esta secuencia es la que más me ha gustado de todo el capítulo, porque conmueve ver a dos viejas enemigas unidas por un mismo sentimiento, un mismo impulso, expresado de diferentes formas. Y es que The Queen's Gambit refleja eso, la vulnerabilidad de los personajes, la fragilidad humana, con verdadero arte, cómo eso se transforma en fortaleza. Y así es cómo Echo, resolutiva, se mutila la cara y se anticipa a las deducciones de Octavia: no les quieren como prisioneros, sino como soldados, y gracias a eso, todos ellos salen de sus celdas. Su entrenamiento como Discípulos ha comenzado.
En los minutos finales, todo se precipita: los Hijos de Gabriel se unen a Nikki y a su banda de convictos, arruinando el ágape que había preparado Emori, que ahora está entre la espada y la pared -tan cerca del jaque mate como la dama del tablero de ajedrez de Murphy- y haciéndose con el control de Sanctum, mientras Sheidheda se muestra a Murphy tal y como es: el gambito de dama se ha hecho realidad y Emori está a punto de caer presa de las piezas enemigas. El caos se adueña del planeta Alpha... al igual que de Bardo, ya que entran Clarke, Raven, Jordan, Miller y Niylah en escena. Gabriel es quien en pocas palabras le comunica a Clarke la muerte de Bellamy, que les detiene a todos en seco, enterándonos instantes después de quién es el Pastor de los Discípulos: Bill "Anders" Cadogan, el fundador de la secta Segundo Amanecer, que está vivo, en un ataúd que parece de criosueño, sin que sepamos cómo ha vivido tantos años (¿ha viajado desde la Tierra o desde otro planeta criogenizado?) y si eso es en realidad lo que ellos llaman "trascendencia". Su lema es el mismo que el de los terrestres, aunque modificado por la importancia que para ellos tiene la tecnología de la Anomalía. Intuimos que eso significa que los miembros de la secta la utilizaron para salvarse del apocalipsis terrestre y que la Piedra que conecta con la Tierra estaría en el búnker de Pólis, pero se nos sigue escapando qué guerra es esa, qué código están buscando (¿lo tendrá almacenado Clarke en su memoria?), por qué despiertan ahora al Pastor y por qué Clarke Griffin es la "llave".
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Philosophic Dragon
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